Gammagrafía
Tiroidea:
Para
este estudio se administra por vía oral una pequeña
cantidad de yodo o tecnesio radiactivos o se inyecta en
una vena. El cuerpo concentra estas sustancias radiactivas
en la glándula tiroides y una cámara especial
colocada delante del cuello mide posteriormente la cantidad
de radiación en la glándula. Las áreas
anormales de tiroides que contienen menos radiactividad
que el tejido circundante se conocen como nódulos
fríos, mientras que las áreas que captan
más radiación son llamadas nódulos
calientes. La mayoría de los nódulos aparecen
como nódulos fríos en las gammagrafías
tiroideas. Debido a que tanto los nódulos benignos
como los cancerosos pueden aparecer como fríos,
este estudio por lo general no es muy útil para
el diagnóstico de cáncer de tiroides. A
veces se realiza cuando los resultados de la aspiración
con aguja fina no son concluyentes. Cuando una biopsia
ha determinado que existe un cáncer tiroideo, las
gammagrafías son muy útiles para demostrar
cuánto se ha extendido el tumor (clasificación
de acuerdo a la etapa del cáncer).
Ultrasonido:
El
ultrasonido o ultrasonografía utiliza ondas de
sonido para crear imágenes del cuerpo. Un transductor
apoyado cerca de la glándula tiroides emite ondas
sonoras de alta frecuencia y detecta los ecos que rebotan
en el tejido tiroideo. El tejido tiroideo normal y la
mayoría de los nódulos producen patrones
de ecos diferentes. Éstos son procesados por una
computadora que crea una imagen de la glándula
tiroides. Este estudio puede ser utilizado para controlar
el número y el tamaño de los nódulos
tiroideos. Sin embargo, los cánceres y la mayoría
de los nódulos benignos tienen el mismo aspecto
en los estudios de ultrasonido, por lo cual esta prueba
no es hecha de rutina.
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